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Mes: enero 2010

La vida en un segundo

Anoche desvié mi ruta. Caminaba por Blasco Ibañez cuando me llamaron la atención las sirenas silenciosas de cinco o seis vehículos, estancadas a lo lejos entre los coches aparcados. De camino a echar un viztazo me descubrí andando hacia el precinto policial.

Torcí hacia afuera del parque central de la avenida, caminé tranquilo por la acera y llegue al punto donde se agolpaban unos cuantos curiosos y un par de periodistas. La policía desviaba el tráfico, un furgón gris de servicios funerarios descargaba una camilla, y todo se había dispuesto de tal forma que se tapase el cadáver.

Me di cuenta de que realmente no iba a ninguna parte, así que doblé hacia Campoamor y, en cuato pude, volví disimuladamente al acto. No es que no pudiese haberme parado, pero peco de escrupuloso; no  soy capaz de pararme ante la muerte como un mero espectador morboso.

Al pasar por un bar la gente lo comentabla. Una chica, joven. Y al llevar de nuevo al punto clave los curiosos habían sido dispersados.

Entoces resolví cruzar al otro lado, tener una panorámica, verlo un poco más de cerca. Cruzando el primer semáforo un policía hacía fotos al cuerpo desnudo de una bicicleta a la que le habían saltado ambas ruedas. De lejos la miopía me permitió ver el aleteo de una sábana en el suelo, rodeada de funcionarios que parecían sentirse demasiados (y demasiado solos). Además, las piezas del puzzle estaban dispuestas de modo que el golpe tenía que haber sido fuerte. Nadie pierde el chasis y acaba a más de diez metros del cuadro fácilmente; espero que mi memoria no me juegue una mala pasada cuando digo que la estructura metálica, curiosamente, había caído de pie.

Y entonces me marché. Ya en el otro lado me tocó volver a cruzar, y fui el único que emprendió la marcha antes de que se hubiesen parado todos los coches. Pero yo no era el único «valiente». Un hombre, que venía contra mí junto a su grupo de amigos, bromeaba, chillaba, ajeno a lo que se le presentaría apenas unos segundos después.

Hoy Levante daba la noticia:

Una joven de unos 20 años que montaba en bicicleta falleció anoche al ser atropellada por un todeterreno de color gris a la altura del número 124 de la avenida de Blasco Ibáñez […] El impacto hizo que el cuerpo de la joven fuera lanzado varios metros hacia adelante.
Hasta el lugar de los hechos se acercó una unidad sanitaria de emergencias del 112, que trató en vano de reanimar a la muchacha, que no llevaba documentación y que falleció en la misma calzada […] acordonaron un tramo ajardinado de la mediana de la avenida, ya que quedaron restos del coche y de la bicicleta esparcidos por el lugar. Los agentes tomaron declaración y efectuaron la prueba de alcoholemia al conductor del todoterreno, que dio negativo […] Poco antes de la pasada medianoche, el juez de guardia ordenó el levantamiento del cadáver.

No quiero amargar a nadie. No, no quiero dejaros un mal sabor de boca, pero tengo que opinar. Creo que cuando mueres a casi nadie le importa; no podríamos vivir preocupados con grupos orgánicos e inanimados de moléculas que ya no operan en sinergia. Es así de frío. El universo no se inmuta. El universo no si inmutaría ni con La Tierra entera estallando, ni con el Sistema Solar haciéndose pedazos o la Vía Láctea carbonizándose. A nadie le importaría. Así es la vida.

Desde la conciencia de aquel cadáver todo se veía como una historia de ausencia. En la madrugada se escuchaban tracas de alguna parte; esa chica ya no las experimentaría. Ella no sabría del bromista del semáforo. Ni existiría ya supensamiento, su realidad. No sería testigo de su circo satírico. Cuando tú te mueras, será igual.

Experimentad cada segundo. Vivid cada momento. Cuando sea lo que sea os borre del mapa, cuando el mundo se haga ascuas dentro de vuestro propio cerebro, ¿qué nos quedará? ¿Tal vez un legado, o sólo un recuerdo?